miércoles, 13 de agosto de 2014

A la luna... Ella sabrá porqué


Superluna en San Andrés, foto Manuel Roa. Agosto de 2014


¡Ay, Luna!, a veces eres tú;
otras, Nube;
y casi siempre, Murphy...
Qué difícil es tocar la piel del cielo.

Superluna, agosto 10 de 2014. Foto tomada frente a la iglesia de Nuestra Señora de Peña, Río de Janeiro. AFP.


LA LUNA

(Jorge Luís Borges)
 
 Cuenta la historia que en aquel pasado
 tiempo en que sucedieron tantas cosas
 reales, imaginarias y dudosas,
 un hombre concibió el desmesurado

proyecto de cifrar el universo
 en un libro y con ímpetu infinito
 erigió el alto y arduo manuscrito
 y limó y declamó el último verso.
 Gracias iba a rendir a la fortuna
 cuando al alzar los ojos vio un bruñido
 disco en el aire y comprendió, aturdido,
 que se había olvidado de la luna.
 La historia que he narrado aunque fingida,
 bien puede figurar el maleficio
 de cuantos ejercemos el oficio
 de cambiar en palabras nuestra vida.
 Siempre se pierde lo esencial. Es una
 ley de toda palabra sobre el numen.
 No la sabrá eludir este resumen
 de mi largo comercio con la luna.
 No sé dónde la vi por vez primera,
 si en el cielo anterior de la doctrina
 del griego o en la tarde que declina
 sobre el patio del pozo y de la higuera. 
 Según se sabe, esta mudable vida
 puede, entre tantas cosas, ser muy bella
 y hubo así alguna tarde en que con ella
 te miramos, oh luna compartida.
 Más que las lunas de las noches puedo
 recordar las del verso: la hechizada
 dragon moon que da horror a la halada
 y la luna sangrienta de Quevedo.
 De otra luna de sangre y de escarlata
 habló Juan en su libro de feroces
 prodigios y de júbilos atroces;
 otras más claras lunas hay de plata.
 Pitágoras con sangre (narra una
 tradición) escribía en un espejo
 y los hombres leían el reflejo
 en aquel otro espejo que es la luna. 
 De hierro hay una selva donde mora
 el alto lobo cuya extraña suerte
 es derribar la luna y darle muerte
 cuando enrojezca el mar la última aurora.
 (Esto el Norte profético lo sabe
 y tan bien que ese día los abiertos
 mares del mundo infestará la nave
 que se hace con las uñas de los muertos.)
 Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
 quiso que yo también fuera poeta,
 me impuse. como todos, la secreta
 obligación de definir la luna. 
 Con una suerte de estudiosa pena
 agotaba modestas variaciones,
 bajo el vivo temor de que Lugones
 ya hubiera usado el ámbar o la arena,
 de lejano marfil, de humo, de fría
 nieve fueron las lunas que alumbraron
 versos que ciertamente no lograron
 el arduo honor de la tipografía. 
 Pensaba que el poeta es aquel hombre
 que, como el rojo Adán del Paraíso,
impone a cada cosa su preciso
 y verdadero y no sabido nombre,
 Ariosto me enseñó que en la dudosa
 luna moran los sueños, lo inasible,
 el tiempo que se pierde, lo posible
 o lo imposible, que es la misma cosa.
 De la Diana triforme Apolodoro
 me dejo divisar la sombra mágica;
 Hugo me dio una hoz que era de oro,
 y un irlandés, su negra luna trágica. 
 Y, mientras yo sondeaba aquella mina
 de las lunas de la mitología,
 ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
 la luna celestial de cada día
 sé que entre todas las palabras, una
 hay para recordarla o figurarla. 
El secreto, a mi ver, está en usarla
 con humildad. Es la palabra luna.
 Ya no me atrevo a macular su pura
 aparición con una imagen vana;
 la veo indescifrable y cotidiana
 y más allá de mi literatura.
 Sé que la luna o la palabra luna
 es una letra que fue creada para
 la compleja escritura de esa rara
 cosa que somos, numerosa y una.

Es uno de los símbolos que al hombre
 da el hado o el azar para que un día
 de exaltación gloriosa o de agonía
 pueda escribir su verdadero nombre.


Libros de poesías escrito por Jorge Luís Borges. Luna de enfrente en 1925 y Cuaderno san Martín, en 1929. En el primero no hay ningún poema referente a la luna, pero aquí pude estar la respuesta:

 

Siempre se pierde lo esencial. Es una

ley de toda palabra sobre el numen.

No lo sabrá eludir este resumen

de mi largo comercio con la luna.

 

J. L. Borges, “La luna”, en El hacedor.

 

 


Disertaciones en una noche de superluna, ante el poema La Luna


¿Se habla del lenguaje, de la Luna o de ambas?
¿Si hubo un PRIMER Adán, entonces habrán segundos y terceros? 
¿Si leo el poema El Golem, encontraré la clave?
¿Es la parábola literaria su esencia?
¿Qué relación amorosa puede existir entre Luna I y Luna II?
¿El poema funciona como un espejo?
¿Luna de metaficción?
¿Luna reflexiva, que auto indaga?
¿Fisuras, engaños, mentiras y limitaciones del lenguaje?
¿La Luna en cuartetos endecasílabos consonantes?


 Presento apartes del siguiente texto de Pérez Parejo.

Metapoesía y ficción en 'La luna' de Borges
Ramón Pérez Parejo

"El extenso poema, escrito en cuartetos endecasílabos consonantes, utiliza el motivo de la luna para referirse al tema de la distancia entre las palabras y las cosas, especialmente cuando las palabras vienen cargadas de connotaciones culturales, cuestión sobre la que el autor implícito se dispone a indagar. Utiliza el motivo de la distancia de la luna como planeta con respecto al signo lingüístico que la designa. Este motivo se desdobla temáticamente para subrayar otras cuestiones:

a. la indecibilidad de la realidad (inefabilidad de la luna real)

b. el filtro cultural que impide a los artistas observar la realidad objetivamente (la luna literaria).

Debemos preguntarnos, en primer lugar, por qué el autor ha elegido este motivo y no otro. Es sabido que, en principio, el motivo de la luna está asociado a la naturaleza femenina y al erotismo. En este poema se toma el motivo de la luna como mera excusa para referirse en general a nuestro conocimiento de las cosas a través de las palabras.
Para ser más concreto, no cualquier hombre, sino el poeta se pregunta acerca de la capacidad de su lenguaje poético para aprehender y conocer la realidad, y más concretamente un fenómeno que considera singular, la luna. La elección del astro para exponer sus elucubraciones metaliterarias no es gratuito: la luna constituye un tema recurrente en la poesía de todos los tiempos, como atestiguan tanto las referencias literarias que el autor menciona como tantas otras.
En principio, debe destacarse al precursor Leopoldo Lugones con su obra Lunario Sentimental, extenso libro de poemas inspirados en el motivo de la luna. Borges confesó abiertamente su admiración por él y admitió que en el motivo poético de la luna sólo era un mero continuador de la magna obra de Lugones.
Casi todos los poetas han tratado el tema de la luna, de modo que puede decirse que constituye uno de los temas más recurrentes de la literatura universal. Más aun, aparece explícitamente (vv. 51-52: Me impuse, como todos, la secreta/ obligación de definir la luna) La intención de dedicar un poema a la luna, tal como han hecho los poetas de todas las épocas. La imagen de la luna tiene un simbolismo complejo y rico.
Desde antiguo nuestro satélite está vinculado, entre otras, a las ideas de la fecundidad o al el pensamiento mítico de la muerte. Una razón debe aducirse para justificar la reelaboración de este motivo. En 1818 el poeta inglés John Keats publicó Endymion, extensa narración en verso sobre la luna, tema muy querido de los románticos. En este texto se observan equivalencias entre la luna y la belleza estética, de modo que el poema se convierte en una alegoría de la poesía y de la nostalgia de la perfección estética. No debe perderse esta referencia en cuanto a una posible lectura metaliteraria, además de metalingüística __si es que aquí no son la misma cosa__ del texto de Borges. "
 

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